Blogia
teresarojo2010

Sesión de HHSS, tarde de viernes

¡SORPRESA!,  ¡y encima un viernes a las 6 de la tarde¡ No encuentro a nadie conocido, ¿qué pinto yo aquí??????¿A qué he venido? A aprender, me respondo. Pero enseguida me calmo y pregunto dónde está el grupo. Hay una motivación añadida, ¡por fin, iba a conocer a Carmen! Nos conocíamos a través de los blogs, pero “no teníamos cara, cuerpo”. Esto añadía interés.

¿Qué me voy a encontrar? No lo sé. Vaya, últimamente se me repite. Voy a los sititos sin saber previamente muy bien a qué. No, tampoco es realmente así. Voy sin preguntar y tranquila cuando confío en la persona que me hace la invitación. Hay expectación. Sé que voy a aprender ¿el qué? Ya lo veré.

Actitud inicial de Curiosidad. Expectación. Confianza.

La actitud inicial. La confianza en el otro.

Me encuentro con que están unos cuantos compañeros (aproximadamente 20 conté más tarde), en círculo y hay una persona en el centro, explicando algo. Me fijo bien, son movimientos de karate.

¿Qué??????.

Bien, espero “andar y ver”. Me coloco en la rueda del círculo y comienzo a hacer los movimientos.

Ensayamos en grupo. Esto parece fácil. Me fijo en las personas que ya saben hacerlo y voy modificando hasta aprender la postura correcta, es más fácil con modelo que si sólo intento retener lo que he visualizado anteriormente. Me gusta ver que me resulta relativamente fácil imitar algo que antes desconocía por completo. (Aprendizaje vicario, Bandura, 1925). Me siento satisfecha conmigo misma.

Ensayamos por parejas. Se complica, pero una vez aprendido el movimiento, hasta parece sencillo.

Hay que salir al centro y hacer el movimiento por parejas. Esto ya me gusta menos. Nervios. Deseos de terminar. Los pares de ojos parecen multiplicarse en progresión geométrica proporcional al tiempo que permanezco en exhibición. Pero,….. si yo sabía hacerlo bien, y ahora parece que lo he olvidado todo……

Afortunadamente terminamos pronto y vuelvo a la seguridad del anonimato, del grupo. (No quiero entrar ahora en las relaciones grupales que se dan entre miembros de bandas violentas y las barbaridades que pueden llegar a hacer, estoy sensible, es un tema que lo estamos trabajando con los alumnos del IES, ahora no es el momento, no me quiero desviar del trabajo de ayer tarde).

La paciencia. La espera, tomar conciencia de que “ahora esto no toca”.

¿Cuántas veces a los alumnos les pasará igual? Desde la seguridad de su pupitre saben, dominan, pero ante los compañeros olvidan todo. Todos parecen más seguros ¿les pasará lo mismo? El profesor hace notar la inseguridad de la compañera “Ah, a ella también le pasa, no es sólo a mí”. Tranquiliza no “sentirse bicho raro”.

Seguimos ensayando nuevos movimientos “La repetición, da seguridad”. Palabras del profesor. Volvemos a salir, así hasta en 3 ocasiones. Es cierto, ya me voy sintiendo más segura. “No importa la opinión de los demás, trabajo para mí”. Lo experimento en mí. Los pares de ojos van disminuyendo. Siento que ya no es tanto una exhibición para el otro sino un ejecutar un movimiento que he aprendido y mostrarlo, compartirlo. Y siempre con la disponibilidad para aprender y compartir.

Mostrar lo que he aprendido. Medirme desde mi propia fuerza. ¿El criterio, para utilizar una u otra habilidad aprendida?, pregunta Paloma. Depende de tu nivel de aprendizaje.

Valorar tu capacidad actual y ampliar la formación.

Siempre nos estamos desarrollando.

Y es más fácil con ayuda.

El karate aplicado a la vida, al desarrollo personal, nunca lo había visto así. Genial.

Conocí a Carmen, apenas pudimos hablar, pero no importó. Seguiremos en contacto si así lo deseamos. Yo tenía otro compromiso previo y había que elegir.

El tiempo siempre ocupado. Una cosa tras de otra, como si no se pudiera dejar tiempo a la improvisación o ¿es que se programa así previamente?. De esta manera se evitan los imprevistos. ¿Asustan los imprevistos?.  Hay seguridad cuando se muestra lo que se sabe. Pero ¿qué pasa cuando hay que enfrentar un imprevisto? La confianza en uno mismo permite fluir con los imprevistos, pero ¿Se puede enseñar a confiar en uno mismo?

La práctica da seguridad. Importante la concentración. No basta sólo con la memorización, hay que interiorizar para dejarse fluir e incorporar elementos nuevos.

Ha sido importante poder vivir como alumna lo que los alumnos viven diariamente. Hay muchas implicaciones y aprendizajes, tanto a nivel profesional como personal. Vivenciar lo que he visto desde otro lugar.

Participar y a la vez atender a cómo estoy participando. La confianza, el deseo de aprender, me hace poder estar en ésto y no en el qué hago yo aquí, en el no quiero hacer esto, etc.

Los alumnos adolescentes ¿por qué están en el IES? Muchos, unos cuántos, no por elección propia. Eso cambia todo. Yo había elegido y mi actitud era muy distinta. Yo había ido a aprender y estaba aprendiendo.

La actitud hacia…., importantísima no olvidarla. Condiciona enormemente los aprendizajes y a la escuela se va a aprender.

Entones…   ¿Cómo hacer que el alumno aprenda a pesar de que no quiera estar ahí, esté obligado y por lo tanto su mente está en otro lugar?  

Momento de cansancio, aburrimiento. Deseos de dejarlo ya, me aburro. Desconecto y quiero irme ya. Alguien dice que sólo desea mirar. Se le permite. Salgo a beber agua. Me permito una pequeña desconexión. Tiempo fuera. Permiso a uno mismo y para el alumno que necesite descansar.

Dar permiso a los alumnos para que se “enganchen” con la tarea a su propio ritmo. (¿Será una de las claves para la predisposición al aprendizaje?, intuyo que sí, pero también sé por experiencia, que en el día a día hacer esto es muy, pero que muy difícil).

Entro y me siento nuevamente conectada con la tarea.

Permitir el ritmo individual.

Permitir que se posibilite un cambio de actitud hacia el aprendizaje.

Comentarios del profesor a los comportamientos de algunos miembros del grupo: “Ya lo haces mejor, vosotras sois mis preferidas, has avanzado mucho,……”. “Y de mi no tiene nada qué decir?, ¿acaso no se ha fijado en mí?....” necesito su mirada? La mirada del profesor

En un principio parece que sí. El que mire directamente a uno u otro miembro del grupo y haga algunas referencias me confronta con mi deseo de reconocimiento, valoración. “La valoración está en ti”.

El alumno necesita la mirada del profesor y sentir que ha sido visto y reconocido.

Gestiono mi deseo de reconocimiento, puedo intervenir y decir “aquí estoy”. Sí, pero realmente no lo deseo. Me quedo tranquila. Reconozco mi deseo y cómo poco apoco ha ido cambiando. Puedo hacer lo que quiera para buscar su reconocimiento si es eso lo que deseo. Siento el poder de mis propias decisiones cuando soy consciente de lo que deseo y de lo que moviliza ese deseo. El poder del autoconocimiento.

Y con las aportaciones y las respuestas del profesor yo también aprendo. Podría hacer alguna pregunta, alguna aportación. Me siento contenta y satisfecha de estar aquí, he aprendido mucho, quiero decirlo, pero es tarde, queremos irnos, yo también. Y lo dejo para otro momento. Había una parte de querer ser escuchada pero realmente es tan pequeña que puedo dejarla para otro momento.

Nuevamente el saber lo que se desea y poder postergar, dejar ir, soltar. Quizás si hablo otros puedan aprender de la respuesta como yo he aprendido con los otros, pero ya es tarde y hay que irse. No es el momento. Elijo callar.

Ya en la entrada, podemos charlar de una manera más distendida. La clase ya ha terminado, quedamos los que tenemos menos prisa o los que queremos seguir hablando entre nosotros.

Reconocer los distintos momentos para hacer lo que toca aquí y ahora.

Atender al qué y al cómo.

Sencillamente, genial, ha merecido la pena dedicar la tarde del viernes a vivir esta experiencia.

Confiaba y no me ha defraudado.

Gracias Alejandro por tu invitación. Yo y mis alumnos (aunque ellos no sean conscientes o no lo lleguen a saber nunca), te estaremos siempre muy agradecidos.

4 comentarios

elena -

impresionante! k relato más fresco, como si fuese un cuento después de una dura jornada laboral, precioso mmmmmm

Paloma -

Hola Teresa.

Aquí ando de nuevo.

Leí el post el día que lo mostraste y pensé que era insuperable.

Me parece que para tí fue una clase de "karate abductivo" tal y como entiendo yo eso.Si no es así, me lo dices.

Me refiero a tu proceso mental como ibas conectando y desconectando situaciones, posibilidades, estados de ánimo, pensamientos, ideas...

Tal vez iniciaste en una situación de descoloque con confianza ( que me ha encantado esa parte) para ir colocándote y recolocándote, eso sí, sin perder la confianza.

Buenísimo.

Para mí, vuelves a demostrar que aprender es una decisión más personal que otra cosa, es buscar los aprendizajes latentes, relevantes, disponibles y apetecibles de las situaciones que afrontamos con mayor o menor éxito.

En cuánto al kárate...cuando quieras repasamos...más o menos creo que somos adversarias del mismo ritmo y nivel... jajajaja.

Recuerdos a Carmen y a Alejandro.

Un abrazo
Paloma

Alejandro -

Hola

Excelente síntesis Teresa, creo poco más se puede decir. Muchas gracias por compartirlo. Qué interesante eso de decidir, ¿no? más allá de necesidades y dependencias que nos creamos.

Y Carmen, ¿qué te puedo decir a ti? Es que eres un pozo de sorpresas... me hubiera encantado ir a esas clases.

Espero que volvamos a coincidir pronto en algo.

Menudo tándem...

Alejandro

Carmen -

… tenía muchas ganas de conocerte, Teresa, esa fue una de mis motivaciones para ir a clase. Te tenías que ir, me lo explicaste y lo entendí pero me dio pena, que lo sepas. Ya nos buscaremos, tranquila por el espacio y el tiempo, me puedo acercar a Guada, no te preocupes.

Y la vivencia de la clase… a mí no me sorprendió quizá porque ya estaba medianamente avisada y, además, tuve la suerte de charlar un ratillo con el sensei antes de la clase, pero entiendo tu sorpresa supongo que incrementada por el hecho de que te incorporaste al rato de haber empezado.

Te entiendo cuando hablas de la sensación que se produce ante la pérdida del anonimato, los ojos de los demás fijos en nosotros, el nerviosismo, la pérdida de seguridad en una misma, el reconciliarte con los demás cuando te enteras que sus sensaciones son parecidas a las nuestras. Lo comprendo porque a mí me ha pasado muchas veces esto. Ahora casi ya no. ¿Sabes qué y quién me enseñó o cómo lo aprendí?

Hace 25 años (¡madre mía! qué cantidad de años), era alumna de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid. Me encontraba muy bien allí pero aquello no me resolvía todas las inquietudes estudiantiles que yo tenía entonces. Casualmente, tuve que ir a la Autónoma a resolver unos papeleos de mi padre que no pude solucionar. Para no perder el tiempo ya que había ido hasta allí, me metí en la facultad de Filosofía, busqué una clase donde alguien estuviera dando Metafísica (que me encantaba y encanta) y me metí. ¿Sabes quién me encontré como profe? Ángel Gabilondo, un auténtico desconocido para mí en ese momento, sólo en ese primer momento, porque después de esa primera clase en la que me colé, pasó a ser una de mis prioridades: quitarle tiempo a mis clases en Arquitectura para poder ir a las suyas. Me seguí colando casi todas las semanas, siempre que podía, para participar en ese ambiente socrático que se respiraba en sus clases y que cualquiera que haya tenido la suerte de asistir a ellas entenderá enseguida. Allí no existía el anonimato, cada uno era cada uno, las miradas de los demás fijas en lo que decías, el comentario atento al tuyo y el tuyo al de los demás y Ángel ahí, con sus preguntas, con su sonrisa (siempre sonreía ante las dudas; te miraba, sonreía y ya te sentías mejor), te hacía sentir la persona + importante del mundo, en ese instante, y la + olvidada en el siguiente en el que otro alumno pasaba a ser el protagonista. Se me pasaron todos los miedos (casi), que los tenía y gordos a la exposición pública, a mostrar mis “ridículas” opiniones, a escuchar opiniones distintas (muy distintas) a la mía que me abrieron un enorme mundo de opciones hasta entonces desconocidas.

Como ves, Ángel supuso en mi vida un despertar y un aventajamiento a muchas cosas que vendrían después. Cuando le nombraron Ministro de Educación me produjo una alegría inmensa y, al mismo tiempo, pensé con tristeza en la oportunidad que se les negaba a muchos estudiantes de disfrutar lo que yo había disfrutado.

Todo lo que comentas sobre el autoconocimiento, el aprendizaje desde donde parte cada uno, el afrontar lo imprevisto, fluir con ello o por lo menos intentarlo, dejar a cada uno que se enganche (o no) a una tarea a un compartir experiencias a un vivirlas en una comunidad de aprendizaje, todo, creo que se puede vivir en un grupo de karate, en un equipo de baloncesto, en un grupo musical, en una clase de HHSS, en una familia, en una pareja o con un grupo de amigos. Da igual. Cada uno elegimos nuestro nivel de implicación en las cosas, elegimos el qué, el cómo y el con quién y pensamos en el para qué. Pero no podemos garantizarnos la respuesta o correspondencia de los demás, eso no está en nuestra mano.

No siempre elegimos callar como tú hiciste, a veces no hay opción. No siempre nos van a mirar cuando esperamos que lo hagan. No siempre nos van a apreciar cuando creemos que necesitamos el reconocimiento. Pero no importa, Teresa, podemos elegir que eso no sea tan importante para nosotras. Podemos elegir nuestra mirada como importante aunque no haya respuesta, nuestro comentario como enriquecedor aunque sólo lo sea para nosotras mismas (que somos las + importantes que no se nos olvide ;)

Me alegro mucho de que disfrutaras con la experiencia, a mí también me pasó y de que nuestro frugal encuentro nos haya dejado con ganas de +.

Un beso, Teresa.

Carmen